Por Manolo Pichardo. La proclama “¡Estados Unidos ha vuelto!”, hecha por Joe Biden a pocos días de convertirse en mandatario estadounidense, comenzó con un acercamiento a la OTAN y sus aliados europeos; con discursos igual de duros que los de su predecesor respecto a China y Rusia, quizás con la idea de construir una ofensiva diplomática que instalara en el imaginario global la percepción de que su país aún está bajo el control como fuerza hegemónica -y absolutamente dominante- sin darse cuenta que sus cañones diplomáticos carecen de las municiones financieras, de mercado y económicas que se distribuyen en una acentuada multipolaridad que debe conducir a un mundo de intereses comunes que cambia a ritmo de parpadeos, dejando una estela de perdedores y un horizonte abierto para los que puedan asirse de las herramientas de última generación que la innovación pone en manos de los más visionarios, de los capaces de interpretar las transformaciones que se producen en sociedades que mut...