Hong Kong, un modelo de la resiliencia china
Por: Edhoarda Andujar
El pasado primero de julio los diarios internacionales daban cuenta de las celebraciones conmemorativas que se llevaban en la República Popular China a razón del 25 aniversario de la recuperación de los territorios que conforman la Administración Especial de la Isla de Hong Kong, pero para entender el entusiasmo del pueblo chino ante este hito se hace imperativo que vayamos a la historia.
Transcurría el año 1839, era de la dinastía Qing, última dinastía en China, cuando se generó el primer conflicto de carácter bélico que enfrentó a China y Gran Bretaña conocido como la primera Guerra del Opio, situación derivada de la introducción de este estupefaciente que se cultivaba en la India y era comercializado por la compañía británica de las Indias Orientales que fungía como administradora de la Colonia de India y utilizaba los ingresos por concepto de su venta para equilibrar la balanza de pagos con China en atención a las cantidades inmensas de té, sedas y porcelanas que desde el país asiático se importaba al Reino Unido, sin que el primero mostrara interés en los productos ingleses.
Es en razón al déficit que presentaba su balanza de pagos que los ingleses iniciaron mediante contrabando a vender esta adictiva droga en grandes cantidades para recuperar así lo perdido mediante la importación de los tan codiciados productos chinos, como era de esperarse la estrategia urdida por los británicos surtió los frutos que ellos esperaban, ya que el crecimiento exponencial de consumidores redujo rápidamente el déficit comercial de estos frente al imperio celestial.
No obstante, como toda potencia interesada en engullirse las riquezas sobre la base de la explotación y sin medir los efectos que sus apetencias desmedidas pueden tener, esta urdimbre derivó en una grave crisis social para el pueblo chino que para 1820, según dan cuenta diferentes analistas de los textos de la época, la cantidad de adictos superaba al millón de ciudadanos entre los que se encontraban funcionarios y clases dirigenciales de la dinastía.
En tal sentido, en 1830 mediante un edicto real el emperador implementó una política que declaraba la guerra al Opio enunciando que esta droga destruía los recursos y hacía daño al pueblo chino, por lo que se prohibía de manera absoluta su venta y comercialización en todo el territorio chino, procediéndose entonces a bloqueos de naves, expulsión de comerciantes y confiscación de mercancía de este tipo.
Como respuesta a las medidas impuestas, los británicos, que no estaban dispuestos a renunciar al lucrativo negocio, enviaron una flota naval que prontamente demostró su supremacía en el arte de la guerra obligando a los chinos a permitir el asentamiento de la Corona Inglesa en la Isla de Hong Kong bajo el compromiso de indemnizar Gran Bretaña por los daños y pérdidas que obtuvieron; así como la apertura de cinco puertos para la comercialización de sus productos y la entrega a perpetuidad de la Isla de Hong Kong consagrado en el acuerdo de Nianjing de 1842.
El imperio británico mantuvo durante 156 años el control de Hong Kong, periodo durante el cual mantuvo un régimen de hierro en desmedro de los habitantes de la isla china y de donde obtuvo beneficios económicos inmensurables a través de rutas comerciales para la compra y venta de sus productos.
No fue sino hasta el 1ro de julio de 1997 en base a la declaración conjunta chino-británica firmada en 1984 por el expresidente chino Deng Xioaoping y Margaret Thatcher, exprimer ministro británico, que el gigante asiático recupera Hong Kong, el que a partir de entonces se maneja como una Región Administrativa Especial en donde se ha puesto de manifiesto la capacidad de trabajo y resiliencia del pueblo chino y sus gobernantes, convirtiéndolo en una zona que al 2019 tenía una renta per cápita de 46,633 $USD.
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