China, EE.UU. y los derechos humanos
El pasado día 11 de febrero los diarios del mundo dieron cuenta de la primera conversación sostenida entre el presidente chino Xi Jinping y el estadounidense Joe Biden. El diálogo definido como tenso de acuerdo algunos medios por girar en torno a temas incómodos para la marcha de una buena relación en un contexto de reordenamiento global con evidente pérdida de influencia de Estados Unidos y un marcado avance del gigante asiático hacia el terreno que va dejando su par, evidencia, como ha de esperarse en el marco de este tipo de confrontación, la prolongación de una batalla que el anterior inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, sacó del escenario diplomático para llevarlo al pleito callejero.
El medio informativo alemán DW divulgó, tomando como fuente un comunicado emitido por la Casa Blanca, que el mandatario americano le expresó al asiático sus “profundas preocupaciones por las supuestas prácticas económicas ‘injustas y cohercitivas’ de Pekín, por la represión en Hong Kong y por las violaciones de los derechos humanos en Xinjiang, región donde habita una minoría musulmana de los uigures”, a lo que su homólogo respondió, según La voz de Galicia, que “la confrontación es definitivamente un desastre”, que no habrá aproximación alguna respecto a las cuestiones atinentes a los asuntos de soberanía de su país y que la cooperación es la única opción correcta.
El 22 de febrero, a pocos días de la llamada telefónica de Biden a Xi, el canciller chino, Wang Yi, intervino en el cuadragésimo sexto período de sesiones del Consejo de Derechos Humanos de la ONU con un discurso que llevó por título, “Promover los Derechos Humanos a Nivel Global con un Enfoque Centrado en el Pueblo”, en el que describe la visión de China respecto a la cuestión de los derechos humanos vista al margen de la instrumentalización política y el doble rasero, y tomando en cuenta “las diferencias en las realidades nacionales , historias, cultura, sistemas sociales y niveles de desarrollo socioeconómico” que “los distintos países deben tomar en cuenta para promover y proteger los derechos humanos de acuerdo a sus propias realidades nacionales y las necesidades de su pueblo”.
Yi, planteó que “la concepción centrada en el pueblo significa que éste participa en la gobernanza nacional y las consultas políticas como verdadero dueño del país, e implica la necesidad de reducir de manera continua la brecha entre ricos y pobres y promover el desarrollo integral de la gente”. Para reforzar sus criterios y afirmaciones hizo mención de los logros en el combate a la pobreza, coincidiendo con Xi Jinping, quien declaró recientemente a China libre de ese flagelo. El jefe de la diplomacia de la nación oriental concluyó invitando a visitar a Xinjiang para que se compruebe cómo se respeta la diversidad y los derechos de sus habitantes, además afirmó que en el marco de “Un País, Dos Sistemas”, China ha garantizado mayor nivel de seguridad en Hong Kong, cuestión que reconocen más del 70 por ciento de los habitantes de la isla.
Esta intervención plantea un debate serio que dejaría claro que la instrumentalización, politización y doble rasero, sellan el discurso de países occidentales marcados por su histórico racismo, esclavitud, discriminación y desigualdades estructurales ocultas bajo el manto de la complicidad mediática.
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