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Guerra de aranceles, ¿decadencia de una potencia?

Tras la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, sede del gobierno federal estadounidense, se inició de inmediato la aplicación de una reingeniería de la política económica frente a la mayoría de los países del mundo, incluyendo a sus socios políticos más cercanos. El mandatario, con urgencia angustiante, se apresuró a lanzar un discurso con orientaciones ultra nacionalistas, sentenciando que había llegado el momento de recuperar la industria de esa nación y devolverle su supremacía. Pero, ¿de qué forma lo haría? Pues el presidente se despachó con la medida inmediata de aumentar los aranceles a los productos industrializados de origen extranjero y, en su afán, ha enfilado los cañones contra China “castigándole” con aranceles de hasta 145%.  

Esto tiene su explicación en que el país asiático se ha convertido, con su crecimiento sostenido (El milagro chino: el Yuan digital contra el SWIFT, Temu, Shein, número de patentes registradas por año, la industria automotriz, robótica, tecnología espacial, tecnología 6G de Hwauei y ZTE, infraestructuras de punta…), en un gigante al que al parecer no hay un David que le pueda vencer. Washington advirtió de manera desafortunada, desesperada y en tono amenazante, que no tomen acciones de represalia por esta subida de aranceles, porque podría ser peor. Lo que no quedó claro después de esas declaraciones fue quién quedó en peor situación.

A todo esto, China responde firmemente que luchará hasta el final contra el unilateralismo y defenderá sus derechos e intereses legítimos, así como la equidad y la justicia internacionales, como declaró el portavoz del Ministerio de Comercio de China, mientras que, la Comisión de Aranceles Aduaneros del Consejo de Estado de ese mismo país, advierte: “La sucesiva imposición de aranceles exorbitantes por EE.UU. sobre China ya no tiene sentido en términos económicos, solo para develar aún más, cómo EE.UU. utiliza los aranceles como instrumento y arma para intimidar y coaccionar a otros y cómo se ha convertido en una farsa”. China ha advertido además que, “esta guerra económica no solo se trata de esa nación y Estados Unidos, sino que, de lo que se trata es de defender y mantener el sistema económico y comercial internacional”, declaró Wu Xinbo, director del Centro de Estudios Americanos del Sistema Económico de la Universidad de Fudan en Shanghái.

Las medidas adoptadas por China contra esta guerra de aranceles iniciada por Estados Unidos, van enmarcadas en principios de proporcionalidad, porque, si bien es cierto que la nación asiática procura relaciones comerciales sanas y equilibradas con sus socios comerciales, también es cierto que China, bajo principios legítimos de defensa de sus productos, de su industria y de su economía en términos generales, debe actuar en consecuencia, aunque, en este caso, lo ha hecho en menor proporción en que la administración Trump le ha golpeado, solo con 125%. En ese sentido, Wang Yi, el máximo diplomático chino, instó a los países que integran el grupo de los BRICS a trabajar de manera conjunta a fin de poner resistencia a las demandas del presidente Donald Trump. El diplomático advirtió, además, que si los BRICS permanecen en silencio y retroceden, permitirán que el “matón” se vuelva más agresivo.

La guerra de aranceles (¿nueva versión de la Guerra Fría?) de Trump, lo está llevando a un callejón sin salida, afectando a los propios ciudadanos estadounidenses, quienes verán mermar sus ingresos, poder adquisitivo y calidad de vida, como afirman distintos economistas, incluyendo entre ellos, a profesionales estadounidenses versados en la materia. En esa tesitura, el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha proyectado que esta guerra declarada por Trump desencadenará una ralentización de la economía  en todo este año, así como la producción mundial, que sería de hasta 2.8% frente a un 3.3 del pasado año 2024 y, del mismo modo, se verá afectado el crecimiento de la economía de los Estados Unidos llegando a solo 1.8% frente a 2.8 del año 2024, lo que indica que Trump y sus asesores parecen no haber calculado el impacto negativo interno, que ya se refleja en el gigante tecnológico Apple, con un desplome sustancial de su valor en el mercado (314,000 millones de dólares en pérdidas),  puesto que su mirada siempre estuvo puesta hacia afuera, con el pretexto de devolver a EE.UU. su poderío hegemónico que languidece y lo desplaza como hegemón,  frente a la pujante economía China que sigue su camino hacia la transición que la está llevando a convertirse en la nación más poderosa del mundo.

La firme postura de Beijing, que no claudicó ante la embestida de Washington, empujó al jefe de la Casa Blanca a repensar su política ultra nacionalista en un mundo cada vez más globalizado y multipolar y, replegó su decidido ataque, al considerar la propuesta de China de sentarse en la mesa del dialogo solicitado por Trump, con posterioridad a la reducción significativa y justa de los aranceles impuestos a ese país asiático, a lo que el magnate y presidente estadounidense parece haber accedido, enviando a su jefe del tesoro Scott Bessent a negociar con el vice primer ministro chino He Lifeng y con el representante del comercio internacional, Li Chenggang, dialogo que el estadounidense calificó como “sólido y productivo”, por haber conseguido la reducción significativa de los aranceles que con anterioridad señalamos. Con el inicio de este acercamiento, se vislumbra un panorama menos hostil y más amigable para el comercio y la economía global, bajando así las tensiones de los mercados bursátiles y las divisas. Con esto, el gigante asiático se anota otro punto contra el hegemo

nismo y la intimidación, afianzando aún más su liderazgo y posicionándose como el paladín de las economías del tercer mundo y las naciones emergentes, respetando su autodeterminación y soberanía.


Por:

Obed Pichardo.

Director se Contenidos del CENDOESCH, Centro Dominicano de Estudios Sobre China

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